¿Debería un traductor delimitar su ámbito de trabajo y de ese modo ceñirse a una especialidad determinada?
Habrá quien defienda esta opción con la ayuda de los siguientes argumentos:
Si te especializas en un tema, te convertirás en un experto en ese tema concreto y de tanto trabajar con él, lo dominarás. Sirva como respaldo el refrán: «Aprendiz de mucho, maestro de poco.» Luego está la otra alternativa: las traducciones ilimitadas, traducir cualquier proyecto que se presente sin importar la temática ni el tipo de escrito. Esta opción puede defenderse en base al dicho: «En la variedad está el gusto.»
Se puede defender con conocimiento de causa prácticamente cualquier materia. Es verdad que no podemos llegar a ser catedráticos en todas ellas, pero eso es la vida y no por ello vamos a dejar de enfrentarnos a ella. Además, ¿no resultaría aburrido dedicarse día tras día a una monotonía temática?
¿Limitamos o atravesamos fronteras en busca de lo ilimitado?.
Compartiré aquella opinión con el razonamiento más destacado.